Fumaba de liar y nunca pedía fuego. Nos sentamos en unas rocas dándole la espalda al mar y nos pusimos a charlar. Aquel día yo le notaba diferente: menos ágil, menos seguro, más transparente.
-Cuéntame otra vez lo de Cádiz.
Me gustaba aquella anécdota: perdido con sus amigos sin saber como volver con kilómetros de por medio entre él y la absurda comodidad de una cama.
-Ya lo sabes todo.
-Pues cuéntame algo de ti.
-Escribo. El resto ya te lo conoces.
-Desnuda tu alma.
-Escribo, nada más. Cuando hablo contigo escribo. Cuando camino por la calle escribo. Cuando duermo escribo. Cuando escribo estoy soñando y cuando sueño estoy escribiendo. No me malinterpretes: no es una escapatoria, eso es una ilusión. Cuando escribes no huyes, solo vuelves. Te regodeas en tus pensamientos. ¿Alguna vez has escrito tus deseos más oscuros en un simple y liso trozo de papel? Asusta, ¡claro que asusta! Te lees a ti mismo. Te escribes a ti mismo. Escribiendo no se huye: eso es una ilusión. Te puedes sentir bien, ¡claro que te puedes sentir bien!, pero no huyes porque te escribes a ti mismo. Yo escribo lo que quiero leer, y por supuesto leo lo que me gustaría tener valor para escribir. Muchos no lo hacen. No me malinterpretes: no quiero beber del vaso de la soberbia. Muchos escriben acerca de la libertad y los muy idiotas se encarcelan con sus propias palabras. Escribir no es como hablar. Cuando escribes algo queda grabado y no porque no puedas destrozar el papel, ¡claro que puedes!, sino porque cuando escribes algo lo haces de corazón. Parece estúpido -a lo mejor lo es-, pero cuando la pluma une las letras una a una en el papel y están escritas con el corazón, ni el cuerpo ni la mente te piden parar. Escribiendo no se huye: eso solo lo piensan los soñadores que no se han chocado con la realidad.
-¿Por qué estás tan triste?
-Porque soy un perro.
-¿Escribir es el camino que toman los perros que se han perdido?
-Escribir es el camino que toman los perros tristes.
Flipante
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Muchas gracias corasón
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